Dios afirma en el Corán: “Los creyentes son hermanos”. [49:10] Este pasaje es el fundamento del concepto de hermandad en el Islam. Dios recuerda a los discípulos del Mensajero Muhammad su favor sobre ellos y cómo Él unió sus corazones, “Recordad las bendiciones de Dios sobre vosotros cuando erais enemigos antes del Islam, luchando entre vosotros por la más mínima razón, y Él unió vuestros corazones a través del Islam, de modo que os hicisteis hermanos en vuestra fe a través de Su gracia.” [3:103]
La hermandad en el Islam consiste en amar a los creyentes por amor a Dios, tratarlos con amabilidad y respeto, y aconsejarlos y cooperar con ellos en la obediencia y los mandatos de Dios. El Mensajero Muhammad dijo: “Ninguno de vosotros cree verdaderamente hasta que ama para su hermano musulmán lo que ama para sí mismo”. También dijo: “No os odiéis, ni os envidiéis, ni os apartéis unos de otros. Más bien, sed como hermanos, siervos de Dios. No es lícito a un musulmán abandonar a su hermano durante más de tres días”.
Es este sentido del amor y la hermandad el que Dios menciona en Corán 3:103 y el que el Mensajero Muhammad inculcó en sus discípulos. Debemos cuidarnos los unos a los otros, sentir el dolor y compartir la alegría. El Mensajero Muhammad nos dijo que, como musulmanes, tenemos derechos los unos sobre los otros. Hay muchos derechos que los musulmanes tienen los unos sobre los otros. Entre esos derechos está el de responder al saludo de otro, responder a su invitación, suplicar por ellos cuando estornudan, darles consejo sincero cuando lo solicitan, visitarlos cuando están enfermos y seguir su cortejo fúnebre cuando mueren. El Mensajero Muhammad dijo: “El ejemplo de los creyentes en su amor y compasión mutuos es como el ejemplo de un solo cuerpo. Si una parte de él siente dolor, el resto del cuerpo es invadido por la fiebre y el insomnio”.
Si otro musulmán comete un daño o una opresión, debemos hacer todo lo posible por detenerlo de una manera sabia que no conduzca a un daño mayor. Cuando otros musulmanes del mundo sufren, debemos suplicar a Dios y pedirle Su ayuda y asistencia. Debemos hacer lo que podamos por los demás, ayudándoles económicamente en obras de caridad, o proporcionándoles asistencia médica. Si tenemos la capacidad de presionar en su favor y concienciar sobre su difícil situación, debemos hacerlo lo mejor que podamos.
Es esta hermandad la que perdurará y será recompensada el Día del Juicio Final. Dios afirma: “Los que se hacen amigos por la incredulidad y el desvío serán enemigos entre sí el Día del Juicio, excepto aquellos que son conscientes de Dios cumpliendo Sus mandamientos y absteniéndose de lo que Él ha prohibido. Su amistad es eterna y no se romperá”. [43:67]